El propósito de este artículo es mostrar una ilustración particular de una posible filosofía futura del límite, es decir, de la pura transición y transgresión de las determinaciones, en el mismo corazón de la filosofía de Platón, que se considera -correctamente- como el fundamento de la metafísica del ser como presencia. El conocido mito del alma como carro alado se interpreta como una interacción quiasmática entre la Idea de Belleza y el Sentimiento de Terror, una tensión soportada y diferida lingüísticamente por el poeta, poseído de la divina locura.
La intención del ensayo es probar la estricta analogía del alma del Fedro y su destino como retención e inversión del placer temporal, por una parte, y el curso hermenéutico abierto de un diálogo sin fin, por otra.
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