Hobbes no creía en los milagros. Aunque "no llega a sostener la imposibilidad de los milagros, sin embargo, deja claramente entrever la negación del milagro. Una cosa es objeto de maravilla cuando es rara y al mismo tiempo no puede ser aclarada por causas naturales. De esta forma, los hombres creen más fácilmente en el milagro cuanto más inexpertos son y menos prácticas sean las causas naturales. Además, es propio de la esencia del milagro tener como efecto creer en él o reforzarlo". Así, en el Evangelio de Marcos se afirma la imposibilidad de Jesús para obrar milagros en su ciudad natal, donde no se creía en él; de la misma forma, los magos egipcios no lograron competir con Moisés y se dice que su obra, en ausencia de creencia y de expectativa, era capaz de engañar solamente a quienes eran espectadores directos de sus trucos. La crítica hobbesiana del milagro, por tanto, está estrechamente ligada a la crítica de la imaginación. Tenue reflejo de la percepción y, sobre todo, del sueño, la imaginación mantiene el carácter ilusorio de este último. Si el sueño está en la base de los espíritus ("complemento positivo de poderes negativos, invisibles"), la imaginación está, con su ilusoriedad, en la base de aquella inanis gloria et falsa virium aestimatio que exige la lucha por el honor. Como la lucha por el poder, esta otra lucha lleva a la guerra de todos contra todos, aunque no encuentra en su interior la propia medida.
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