Las políticas de fomento del libro y la lectura deben incentivarse para seguir profundizando en la idea ilustrada que identifica el conocimiento con la libertad, y que ve en la ignorancia una de las peores expresiones de la miseria. Se trata de una prioridad que debe excluir la improvisación o la frivolidad. Para ello, urge situar el estímulo del hábito lector entre las prioridades de todas las instancias públicas, diversificando las actuaciones culturales que fomenten el interés por la lectura.
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