En el marco de un contexto socio-político particularmente difícil, como es el que correspondería a la Hispania visigoda de la segunda mitad del siglo VII d. C., la aparición de una figura como Fructuoso supondría un auténtico tournant no sólo en lo que respecta al modelo religioso que propugna, sino, sobre todo, en el conflicto latente entre el tipo de vida monástica «fructuosiana» y el Estado visigodo, personalizado aquí en la figura del monarca. En este breve trabajo, el episodio referente a las fundaciones monásticas de Fructuoso en el Sureste Peninsular (narrado en la Vit Fruct. 14) nos servirá de hilo conductor para hacer una pequeña reflexión sobre las implicaciones no sólo religiosas, sino, sobre todo, sociales y políticas del monacato como uno de los exponentes del proceso de desestructuración que conduce al 'final de la Antigüedad' en la Península Ibérica.
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