La política vuelve a ocupar el primer plano de las decisiones económicas. La crisis no sólo muestra que Estado y mercado no son conceptos antagónicos, también la impotencia de los Estados-nación frente a las dinámicas de la globalización. La crisis nos proporciona argumentos adicionales para apostar por Europa. Una Europa que por su peso económico y por su experiencia debe liderar la cooperación internacional. Una Europa abierta, no cerrada sobre sí misma. De ese modo, ayudaremos a avanzar con menos obstáculos hacia una gobernanza global en lo económico.
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