La identidad política en el Antiguo Régimen coincide con la identidad social, no es individual sino corporativa y dotada de privilegios particulares específicos. La vecindad es a la vez concreta y territorial y como tal escapa a una perfecta generalización. Pero su ejercicio permite cierto nivel de participación política que, de manera acorde con una sociedad inseparable de una estructura clasificatoria y de una concepción jerárquica, tiende a la consolidación de grupos caracterizados por niveles de riqueza y de poder, con privilegios especiales que, en su conjunto les garantiza el control jurídico de los municipios mediante el manejo de mecanismos de inclusión/exclusión que contraponen en sus extremos las condiciones del vecino y del forastero. La vecindad permite también al nivel microcósmico de la aldea, la reproducción de los principios y criterios que caracterizan la naturaleza del súbdito al nivel macropolítico del reino, como opuesto al extranjero
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