Desde las primeras interpretaciones que de ella se hicieron en Perú y en Chile, entre 1828 y 1840, la obra de Simón Rodríguez ha sido leída una y otra vez como obra educativa. Lo que comenzó como una interpretación más, en el siglo XIX, se constituyó en lectura canónica: Rodríguez, el maestro de Bolívar, el maestro de América, el reformador utópico, el filósofo loco y ex temporáneo. Y aunque efectivamente la educación popular fue un tema permanente del caraqueño, la instalación de tal canon de lectura, en términos prácticos, significa la reducción del total de su reflexión a una de sus partes.
El texto propone evaluar críticamente dicho canon de lectura, a la luz de las condiciones de recepción de la obra de Rodríguez durante dos siglos. Se plantea que tras su abortada gestión pública en Bolivia, y particularmente durante su permanencia en Chile (1833-41), Simón Rodríguez produce mucho más que una obra sobre educación;
produce un gran ensayo sobre hegemonía cultural y política en América Latina.
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