Se hace un somero análisis del deterioro de la práctica de la medicina, debido a la introducción de instituciones mercantilistas como intermediarias entre el paciente y el médico, instituciones cuyo fin es, en primer lugar, la ganancia económica. Frente a este deterioro, se afirma que la esencia de la vocación médica y del quehacer del médico en particular, y de todas las profesiones en el campo de la salud, en general, es el servicio a la persona humana, inspirado en la ética personalista que surge del reconocimiento de la dignidad absoluta, incondicional, de dicha persona humana, razón por la cual el bien buscado en todas y cada una de las acciones médicas tiene que recaer en quien nos confía el cuidado de su existencia, no en la sociedad, ni en el Estado, ni en las entidades mercantiles intermediarias.
Estos ideales, estos principios, no han cambiado ni pueden ser cambiados por leyes positivas, pues sería tergiversar los fundamentos mismos de la vocación médica, vocación que nos obliga al cumplimiento de los deberes profesionales en la búsqueda del "bien pleno" del paciente, asumiendo sin vacilaciones la responsabilidad ética de nuestras acciones, sin dejamos intimidar por presiones externas. No podemos excusar la negligencia en el cumplimiento de esos deberes en las fallas de un sistema de atención médica que desconoce en muchas oportunidades, por no decir casi siempre, la dignidad del paciente y la del médico.
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