El rito de la Misa se desarrolla como una práctica significante. Toda práctica significante requiere la presencia y participación de un cuerpo sensible junto a otros cuerpos igualmente sensibles. El rito de la misa, como práctica, se inicia con el rito de la fracción del pan por Jesucristo en la Última Cena. Los testimonios más cercanos dan cuenta de la repetición asidua de esa práctica entre los primeros cristianos. La tradición de una práctica conlleva la repetición de enunciaciones sucesivas, las cuales van dejando su impronta en los cuerpos que participan en ella. El rito de la Misa se inscribe en el espacio de lo sagrado. Habitualmente, ese rito se cumple en el templo. El desarrollo del rito alcanza determinados picos de intensidad, el más alto y asombroso de los cuales se da en el momento de la consagración. La moderada lentitud del rito expresa el sentido de solemnidad que adquiere la práctica. Al paso de los siglos, el rito se transforma en mito (en �dogma�) por arte de las sutilezas teológicas de los pensadores cristianos, comenzando por el �apóstol� Pablo.
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