En la actual crisis, el peor comportamiento de la economía española respecto a las demás economías de nuestro entorno se debe a que, en los últimos cinco años, España ha acumulado un abultado déficit exterior, equivalente al 10% del PIB. Ahora sufrimos un ajuste brusco de endeudamiento, y los primeros efectos caen sobre el consumo y la inversión en equipo y vivienda. En esta situación de exceso de endeudamiento y de falta de liquidez, el aumento del déficit público agrava la situación, expulsa al sector privado de los canales de financiación.
La política económica debería centrarse en los factores que garanticen el cumplimiento de las obligaciones financieras de todos los agentes y la recuperación del valor de los activos en el sentido más amplio. La peor salida imaginable de esta crisis sería un largo período de recesión y paro. Para no caer en la trampa tendremos que adaptar a las actuales circunstancias los argumentos de la política de estabilidad sobre la que se ha construido la prosperidad de las empresas y de las familias en los años pasados.
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