El almacenamiento de la energía en general, y de la energía eléctrica en particular, ha constituido desde siempre un desafío tecnológico. Si se considera la facilidad con que la energía eléctrica puede ser transformada en otros tipos de energía, la electricidad constituye el tipo de energía de nivel más alto, el más noble. Por tanto, cualquier progreso tecnológico que contribuya a mejorar su almacenamiento ha de tener valiosos beneficios.
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