Podemos entender "La Lola se va a los puertos", obra de teatro de los hermanos Machado, en el contexto del intento en la España de los años 20 de promover es estatus artístico del flamenco. Con arreglo al intento de sanear el género, se hace que Lola, cantaora, simbolice el flamenco y que mejore la reputación del mismo debido a la castidad con la que ella está asociada. En la raíz de la lógica de la obra se encuentran la dicotomía virgen/prostituta y la denigración concomitante de lo corporal. Posteriormente, en la versión fílmica de Juan de Orduña de 1947, el aspecto espiritual de Lola es manipulado en función de la ideología franquista, enfatizando en particular las nociones del sacrificio personal, el mantenimiento de la armonía familiar y la superioridad de todo lo español. Por contraste, en la nueva versión de Josefina Molina de 1993, Lola y el flamenco se ven situados de nuevo en el campo de lo corporal. Esta película, además, conscientemente revisionista y feminista, explota el aspecto edípico latente de la obra original.
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