La configuración de la imagen de una ciudad como la Córdoba romana es fruto de su propia evolución histórica y, en consecuencia, de circunstancias en buena parte imprevisibles. Pero también lo es de la planificación y de la elección hechas por los responsables de la actividad edilicia. La proyección de la imagen urbana depende de la conjunción de ambos planos y sólo la amplitud de miras pretende elevarla a categoría de monumental. La trayectoria de la Córdoba romana así lo manifiesta.
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