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Efectos de la actividad física y el entrenamiento sobre las diversas expresiones de los mecanismos de defensa inmune

  • Autores: Violant Puigneró Picanyol, Joan Ramon Barbany Cairó
  • Localización: Apunts: Educación física y deportes, ISSN-e 2014-0983, ISSN 1577-4015, Nº 39, 1995, págs. 111-120
  • Idioma: español
  • Texto completo no disponible (Saber más ...)
  • Resumen
    • La prática física moderada potencia la respuesta defensiva del organismo disminuyendo la incidencia y la severidad de los procesos infecciosos, muy especialmente los de carácter respiratorio. No resulta sencillo separar la acción específica del ejercicio en la mejora de la respuesta inmunitaria (potenciación de la respuesta y capacidad fagocítica de los neutrófilos y aumento de la actividad de los linfocitos NK ("natural killer"), de los efectos indirectos atribuibles a su acción antiestrés, y la mejora general de la higiene de vida que la intervención en programas de deporte y actividades de ocio supone. También hay suficiente información al respecto de que el ejercicio extenuante y el sobreentrenamiento disminuyen las defensas inmunitarias y aumentan por tanto la susceptibilidad a la enfermedad. Intervienen muy diversos factores: acción frenadora de la capacidad fagocítica de los neutrófilos, pérdida o disminución de la actividad de diversas poblaciones linfocitarias, muy especialmente de las poblaciones de linfocitos NK, disminución de la capacidad de secreción de inmunoglobulinas A, protectoras de las infecciones del tracto respiratorio, o acciones menos explicables sobre el interferón u otros elementos menos específicos y peor conocidos. Las numerosas interacciones entre la respuesta inmune y el sistema neuroendocrino hacen difícil afirmar si estos efectos son directos o atribuibles a los profundos cambios hormonales que se registran en el ejercicio físico intenso y extenuante. La práctica física de competición en el curso de enfermedades infecciosas en las que hay síntomas o signos de implicación sistémica, tal como ocurre con la gripe, puede suponer la aparición de serias complicaciones, la más característica de las cuales es la cardiomiopatía. Por tanto, en estas condiciones hay que evitar los ejercicios intensos e instaurar un reposo de al menos dos semanas después de la enfermedad para evitar estas complicaciones. Estudios en animales y en humanos demuestran que la práctica física intensa durante la fase de incubación de enfermedades víricas aumenta la susceptibilidad a las infecciones y la gravedad del proceso. Todo parece indicar que el ejercicio físico continuado tiene un efecto protector del envejecimiento inmunológico, que ocasiona disminución de la inmunocompetencia, y al que se atribuye en gran medida el aumento en la incidencia de tumores, infecciones y enfermedades autoinmunes que se producen con la edad. Esta protección podría ser remarcable por lo que respecta al mantenimiento de la actividad citotóxica de las células NK y la capacidad proliferativa de los linfocitos T, muy necesarios para la resistencia a este tipo de enfermedades y que declinan con los años. Las relaciones entre ejercicio físico y enfermedades cancerosas no están claras y no existen hipótesis válidas de análisis de las relaciones entre ejercicio y cáncer. En todo caso, la influencia favorable de la actividad física sobre los elementos constitutivos de la inmunidad natural se tiene que interpretar como beneficiosa, dado que la inmunidad natural es un componente crítico en el control de la metástasis tumoral. Por lo que respecta a las líneas de futuro, el análisis de las consecuencias del ejercicio sobre la respuesta inmunitaria se deberá dirigir hacia el estudio de la incidencia de la actividad física sobre la respuesta de los enfermos neoplásicos y la relación entre la actividad física y los procesos de envejecimiento del sistema inmune, propios de la edad.


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