El final de las políticas keynesianas tiene sus raíces en el agotamiento del ciclo estado-céntrico de la década de 1970, donde la crisis económica que se produjo provocó un deterioro de las condiciones económico-políticas que fraguaron la larga etapa de crecimiento anterior. Los beneficios derivados de la producción no encontraron salidas en forma de inversiones rentables y se presionó a los gobiernos nacionales para que se abrieran las fronteras y se adoptara una estrategia consistente en implantar una nueva arquitectura financiera y revertir al dominio privado derechos de propiedad común, como pensiones, sistemas de salud y educación pública.
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