La colonización fenicia durante los siglos VIII y VI a.C. se concibe como una forma de comercio a larga distancia y de intercambio desigual con ulteriores implicaciones en el cambio social -pero no cultural- de las comunidades campesinas de la Edad del Bronce Final del Suroeste de la Península Ibérica, debido a la dependencia de las élites locales de aquellas relaciones y a la desestructuración económica que provocan. Se discute la importancia del trabajo del metal. La presencia fenicia en el interior, en contraste con los asentamientos costeros, se comenta para comprender mejor la fuerte aculturación orientalizante que se observa en el registro arqueológico (evidencia funeraria).
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