Los fastos protocolarios se desarrollan en una determinada escenografía, que puede ser efímera, pero que la mayoría de las veces es arquitectónica, por no hablar de arquitecturas efímeras La arquitectura barroca de los siglos XVII y XVIII posee esa voluntad teatralizadora, ya que el Teatro impregna la vida cotidiana de esta época Las exposiciones internacionales del siglo XIX se convierten en un marco expositivo de carácter escenográfico y muchos de sus edificios tienen un aire efímero, de modo que una vez finalizado el evento se destruyen.
El siglo XX diversifica el marco arquitectónico según estilos sucesivos que pueden a menudo superponerse.
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