Tras decenios de preparación moral y una década de enconamiento ideológico y de escalada militar, Occidente se asomó al abismo de su propia destrucción con un conflicto que en última instancia parecía una guerra del Hombre contra sí mismo. La pulsión de muerte diagnosticada por Freud pareció enseñorearse de las identidades colectivas cuando la pérdida de Dios y de toda certeza moral se sustanciaron en el contexto de un mundo en crisis.
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