La presentación de Tönnende Welle (Walter Ruttmann, 1928) y Ein Tag Film (Max Mack, 1928) sirve para que Kracauer aprecie y, al mismo tiempo, desconfíe del progreso técnico que supone la llegada del cine sonoro. Mientras la segunda película sirve, pese a su escaso mérito estético, para mostrar únicamente la viabilidad del sonoro, Tönnende Welle provoca una reflexión de mayor calado. Como una suerte de “experimento” de cine sonoro de valor quizás documental, aunque fallido justamente a causa de su mal uso del sonido, le reprocha sus excesivas pretensiones. Finalmente, remite a Bergson y Proust como instancias resistentes a la nueva técnica: el tiempo vivido, la memoria recuperada como ejemplos de aquello a lo que tal vez el cine —ya sonoro, más capacitado que antes para representar la vida— no pueda acceder
The screening of Tönnende Welle (Walter Ruttmann, 1928) and Ein Tag Film (Max Mack, 1928) gave Kracauer the opportunity to see sound film for the first time. Yet he was to remain skeptical of its potential. While Ein Tag Film merely demonstrated the technical viability of sound in film, Tönnende Welle provided more fertile ground for theoretical reflection. It was a kind of (albeit unsuccessful) “experiment” in sound film, and Kracauer criticized it for being overly ambitious. Kracauer cites Bergson and Proust as examples of relating the experience of time, or recovering memory that film —even with its new capabilities— would never be able to duplicate
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