El opio y el hachís han sido utilizados clásicamente para el control del dolor. La justificación farmacológica del uso de estas sustancias radica en el hecho de que son capaces de modular los sistemas endógenos opioide y cannabinoide, respectivamente. Ambos sistemas, depresores del sistema nervioso central (SNC), son capaces de producir efectos analgésicos tanto en animales de experimentación como en humanos al interferir con la transmisión de las señales dolorosas (nociceptivas) desde la periferia hasta los centros superiores del SNC. Se revisarán las principales teorías que explican los efectos periféricos de ambos sistemas y su posible interés desde el punto de vista del tratamiento del dolor músculo-esquelético.
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