Descartes comprendió que son las pasiones las que mueven en el mundo. Su sueño fue pensar que podrían ser gobernadas por la razón. Lejos de analizar las pasiones, al modo de la Teología de la época, la mirada de Descartes es la de un antropólogo que trata primero de definir y después de describir su complejo mecanismo. Le interesa su funcionamiento y su organización mecánica, pues el control de las pasiones debe brotar del interior propio individuo. Una muestra del papel que la razón desempeña en el control de las pasiones, se ilustra en el análisis que Descartes hace de la piedad o compasión. Descartes insiste en que hay que actuar sólo después de haber discernido racionalmente, de ahí que en el caso de la compasión, se alinee con los críticos de este sentimiento que contará con Nietzsche como su más feroz portavoz.
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