José María Miró Meda, Julián de la Torre Cisneros, Asunción Moreno Camacho
El trasplante de órgano sólido puede ser la única alternativa terapéutica en ciertos pacientes infectados por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH). La experiencia acumulada en América del Norte y Europa en los últimos 5 años indica que la supervivencia a los 3 años del trasplante de órgano sólido es similar a la de los pacientes no infectados por el VIH. Los criterios consensuados para seleccionar a los pacientes infectados por el VIH con indicación de trasplante son: no haber tenido infecciones oportunistas (a excepción de la tuberculosis, candidiasis esofágica o neumonía por Pneumocystis jiroveci antes carinii), tener una cifra de linfocitos CD4 > 200 cél./µl (100 cél./µl en el caso del trasplante hepático) y una carga viral del VIH indetectable o suprimible con tratamiento antirretroviral. También se exige una abstinencia a la heroína y cocaína de 2 años de duración, pudiendo estar el paciente en programa de metadona. Los principales problemas del período postrasplante son las interacciones farmacocinéticas y farmacodinámicas entre los antirretrovirales y los inmunosupresores, el rechazo y la posibilidad de que la recidiva de la infección por el virus de la hepatitis C (VHC), que es una de las principales causas de mortalidad postrasplante hepático, siga una evolución peor. La experiencia del tratamiento con interferón pegilado y ribavirina es escasa en esta población hasta el momento actual
© 2001-2025 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados