Terminar con el hambre y la pobreza es posible, existen los medios y los recursos suficientes, y además se producen alimentos de sobra para abastecer a la población mundial. Pero no existe voluntad política, ni un impulso decidido para terminar con un sistema económico y comercial perverso, que coloca sistemáticamente al mercado por encima, no sólo de los intereses de las personas, sino de la propia vida humana. Las relaciones comerciales desiguales que imperan hoy en el mundo son la causa principal de que los pobres no tengan acceso a los alimentos, cuando el 70% de ellos viven en el mundo rural y dos de cada tres se dedican a producir alimentos.
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