Este artículo explora algunos de los componentes de la identidad social humana. Describe esa identidad como un mecanismo auto-reflectivo que ha evolucionado históricamente de forma paralela al desarrollo estructural de las sociedades humanas. Los diferentes perfiles que adopta la identidad social humana se corresponden con los diversos mecanismos de reflexividad social que desarrollan esas sociedades. El dispositivo reflexivo original de las sociedades humanas es la reflexividad reflectiva, cuyo instrumento es la conciencia autoconsciente y heteroconsciente de los individuos. Por medio de este dispositivo, cada individuo es capaz de crear elaborados mapas sociales de su entorno. Pero además de este mecanismo primigenio de la socialidad humana, y en el transcurso de la evolución social, han surgido otros mecanismos de naturaleza no reflectiva, que se basan no ya en la interacción consciente, sino en una interacción de carácter intencionalmente disipativo. Se trata de una interacción que se genera, no a partir de alguna forma de confluencia intencional entre los actores, sino como consecuencia de una peculiar trabazón entre algunas de las consecuencias no queridas de sus acciones. Esta reflexividad disipativa, ejemplificada por las relaciones de mercado, se entrelaza con la susodicha reflexividad reflectiva y conjuntamente determinan la clase de identidad social humana que es característica de las sociedades modernas.
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