La escultura pública acompañó al desarrollo arquitectónico y urbanístico de La Habana desde su surgimiento hasta su cabal consolidación como ciudad moderna hacia finales del siglo XIX y primeras décadas del XX, contribuyendo de modo sustancial a la configuración de sus perfiles y a la monumentalidad que la caracteriza como capital de Cuba. El desarrollo del arte monumentario conmemorativo, además de reflejar el repertorio icónico de la nación cubana a lo largo de su proceso histórico, constituye un reflejo de la evolución de los derroteros estéticos en el tránsito hacia una renovación formal y conceptual que, finalmente, coloca a esta manifestación en un lugar protagonista entre de las diferentes expresiones de su cultura artística cubana.
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