La crisis ha cargado el aire de nefastos presagios para los derechos sociales. Pese a tratarse de una crisis financiera en un mundo global, y de irrumpir en los diferentes espacios nacionales sorprendiendo el discurso oficial sobre la marcha de la economía y de la capacidad productiva de cada país, los efectos más traumáticos no se han producido sobre los operadores económicos y financieros, a los que un aluvión de dinero público ha permitido su recuperación y su rescate, sino sobre los trabajadores y sus condiciones de vida a través de los efectos devastadores de la destrucción de empleo.
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