Si bien los países avanzados han podido sortear múltiples shocks financieros en los últimos años, los sucesos que desencadenó la crisis hipotecaria de agosto del 2007 han tenido un alcance �supersistémico� al alcanzar a las instituciones financieras de las principales economías y a otras tan lejanas como Islandia y Nueva Zelanda. Aquí aplicamos técnicas de red para desarrollar un marco analítico para estudiar el contagio financiero que aíslan la probabilidad de contagio de su posible propagación. Nuestros resultados sugieren que un sistema financiero complejo puede ser robusto y a la vez frágil por naturaleza. Bajo supuestos plausibles, la mayor conectividad implícita en instrumentos financieros novedosos tales como derivados crediticios, reduce la probabilidad de contagio, pero puede multiplicar significativamente su impacto en el sistema financiero cuando ocurre un problema.
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