Se entiende en nuestra sociedad la importancia de la ciencia y por ende la investigación para desarrollarnos como país libre, pero no siempre está claro al momento de la toma de decisiones, y con frecuencia se cae en la hipérbole de omisión, mal adaptación y por lo tanto fracaso. Mientras se suceden los discursos, casos de corrupción y cenas gubernamentales, el abismo que nos separa de las sociedades avanzadas se incrementa día a día. Hay distintas concepciones encontradas del desarrollo las cuales datan desde hace décadas, a pesar de ello los políticos que buscan éxitos y ventajas a corto plazo siguen subestimando las implicancias que tiene la ciencia e investigación como una de las principales fuerzas creadoras de desarrollo (1,2). Se habla también de la educación como una de las componentes del desarrollo lo que ha suscitado debates, discursos, promesas y ha generado más de 25 intentos de reformas educativas, sin embargo los responsables de conducir nuestra política educativa, no saben explicar porqué nuestras escuelas siguen pareciendo cárceles sobrepobladas en las zonas urbanas y abandonadas a su suerte en las rurales, con una inmensa mayoría de instructores y con pocos maestros, horarios y estructuras curriculares rígidas, en el que todo se soluciona con decretos ministeriales redactados por profesores de escritorio, predominando la evaluación individual y la memorización; los docentes, por su parte, tienen a su cargo un número excesivo de horas de dictado de clases, documentaciones técnico pedagógicas, cumplimiento del programa y de la norma, se les mantiene ocupados en los procesos de evaluación cuantitativa para obtener la nota, no se prioriza la investigación.
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