La deconstrucción de Derrida sitúa el concepto «futuro» en el interior del programa de lo que, parafraseando a Heidegger, llama la metafísica de la presencia. Como potencialidad el futuro es ya presente en su indivisibilidad con la presencia, con el ahora (instante, nûn) desde donde, de Aristóteles a Hegel, se articula. Mas para Derrida un acontecimiento debe venir de lo incontrolable, del porvenir mismo. El «pensar el porvenir» arranca, pues, desde su imposibilidad, desde la aporía de su no-lugar; y la única categoría que no le resulta ontológicamente obscena será, parafraseando a Nietzsche, quizá: el quizá.
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