Desde sus inicios, la bioética planteada por Van Rensselaer Potter1 indicaba la necesidad de refl exionar sobre las implicaciones futuras que de la intervención humana se generaran en función de la sobrevivencia de la humanidad. Luego de varias décadas posteriores al planteamiento de Potter, la bioética fue centrándose en la relación médicopaciente en una dimensión casi exclusivamente biomédica y marcada por el pensamiento liberal de la defensa del principio de autonomía del paciente, que si bien denotaba un interés en la justicia social, mantenía su interés principalmente en una justicia al interior de segmentos bien demarcados, pero sin interesarse mucho en lo propio entre dichos segmentos (por ejemplo, entre países)2, con lo que el tema de la ética de la salud pública fue relegado durante varios años. En la actualidad, con el advenimiento de una bioética global, re-definición con la que posteriormente Potter3 reclamara la necesidad de vincular la ética médica con la ética medio-ambiental en reconocimiento de nuestra dependencia con lo externo a lo meramente humano para sobrevivir, la humanidad ha convenido, cada vez más, atender el llamado del cuidado del �otro� o de los �otros�, como parece invitar la OMS con su consigna �Un mundo, una salud�. En un sentido analógico, desde sus orígenes la Medicina Veterinaria (y la Zootecnia) surgió como una necesidad de especializar el cuidado de los animales domésticos en procura del bienestar humano en términos de brindar alimentos, trabajo, abrigo y protección, sin descartar las cada vez más álgidas necesidades de brindar compañía e incluso diversión en función de los deseos y vanidades humanas, lo que Paskalev4 ha denominado una humanización moral y biológica de los animales. En éste sentido, el Médico Veterinario ha de procurar, desde una perspectiva utilitarista, el bienestar humano. Paralelamente a lo sucedido con la Bioética, la Medicina Veterinaria, al menos en nuestro país, se distinguió durante varios muchos años, no obstante que en sus inicios no fuera ésta su vocación, por un ejercicio profesional centrado en la atención de pacientes (animales domésticos que requerían atención médico-quirúrgica) y al servicio de los intereses, que en uso de su autonomía, declaraban nuestros clientes (los humanos propietarios de dichos animales) avocándose a las discusiones de una ética clínica centrada en la preocupación del bienestar de nuestros pacientes, en la integridad de los reactivos biológicos empleados en investigaciones científicas y en la correcta relación con nuestros clientes, con lo que los temas de salud poblacional animal, salud pública (con relación a los humanos) y equidad fueron igualmente relegados.
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