La necesidad de una especialización de la intervención en justicia juvenil pone de relieve que al intervenir hemos de basarnos en programas y líneas de trabajo contrastadas empíricamente, tal y como nos refleja los trabajos de Spivack y Shure (1974) con el déficit de destrezas interpersonales;
Roos, Fabiano y Ewles (1982) en el programa R & R; Segura Morales (1992, 2004) con programas cognitivos de habilidades sociales; Garrido Genovés y López (2005) con el programa de pensamiento prosocial.
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