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Irán-EEUU: anatomía de un compromiso

  • Autores: Karim Sadjadpour
  • Localización: Política exterior, ISSN 0213-6856, Vol. 24, Nº 136, 2010, págs. 130-141
  • Idioma: español
  • Texto completo no disponible (Saber más ...)
  • Resumen
    • La política de compromiso y diálogo con Irán propuesta por Obama al principio de su mandato no ha dado los resultados deseados. Las demandas reformistas del �movimiento verde� son para algunos la oportunidad de promover el cambio político.

      El deterioro de la relación de Estados Unidos con gran parte de la comunidad internacional durante la presidencia de George W. Bush, dio a varios regímenes autocráticos de todo el mundo un nuevo pretexto para sus prácticas represivas nacionales y sus políticas exteriores provocadoras. Algunos académicos, intelectuales y medios de comunicación internacionales explicaban incluso los asesinatos de periodistas y políticos libaneses en Siria, las pruebas nucleares de Corea del Norte y las usurpaciones de poder de Hugo Chávez en Venezuela como una reacción hostil a las medidas de EE UU.

      Puede que en ningún lugar fuese tan evidente esta dinámica como en Irán. EE UU había invadido y ocupado los vecinos Afganistán e Irak, el presidente Bush había situado a Irán, Irak y Corea del Norte en el humillante �eje del mal�, y el departamento de Estado destinó decenas de millones de dólares al fomento de la democracia en Irán. Teherán reaccionó volviéndose más intolerante en el plano nacional, adoptando una postura nuclear más desafiante e intensificando su apoyo a grupos militantes �como Hamás y Hezbolá� que se oponen a la existencia de Israel.

      Muchos esperaban que la marcha de Bush y la llegada de Barack Hussein Obama alteraran drásticamente la dinámica entre EE UU e Irán. Cuando era candidato a la presidencia, Obama había defendido con firmeza un diálogo incondicional con los adversarios �lo cual le enfrentó a su entonces rival y actual secretaria de Estado, Hillary Clinton� y prometió un planteamiento más reflexivo respecto al mundo musulmán en general. Después de 30 años de rencor y desconfianza mutuos, se esperaba que la llegada de Obama �recompondría� la relación entre Washington y Teherán.

      Dada la considerable influencia de Irán en cuestiones de importancia vital para EE UU �Irak, Afganistán, el conflicto árabe-israelí, el terrorismo transnacional, la proliferación nuclear y la seguridad energética�, la administración Obama había llegado a la conclusión de que rehuir a dicho país no mejoraría los desafíos y que atacarlo los exacerbaría todos. La única opción viable era el diálogo; es decir, el compromiso.

      Con una política de compromiso, la administración Obama podría abordar varios interrogantes aparentemente sencillos pero fundamentales: ¿por qué se comporta Irán del modo en que lo hace? ¿Se ve impulsada la política exterior iraní por una inmutable oposición ideológica a EE UU o se trata de una reacción a sus políticas punitivas? ¿Podría un cambio de postura de Washington dar pie a un Irán más conciliador?


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