El papel institucional del conjunto «rey-virrey» de la Monarquía hispánica en la segunda mitad del siglo XVI supuso un original y hábil sistema que logró un triple éxito político. No «delegar», sino «colegiar», el ejercicio de la potestad real sin menoscabo de su jerarquía. Evitar la percepción de la ausencia física y continuada de los reyes. No constituir un peligro de desestructuración feudal de la Monarquía
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