A principios de 1900 el imperio marroquí estaba en plena desintegración, situación a la que el reparto en áreas de influencia por parte de España y Francia, con un sultán debilitado y sumiso, dieron la puntilla. En estos tiempos convulsos surgió la fugura de Mulay Ahmed el Raisuni, el cabecilla más poderoso del noroeste de Marruecos.
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