El concilio de Trento ordenó a los arzobispos convocar concilios provinciales en cada provincia eclesiástica cada tres años. Sin embargo, este mandato no fue efectivo en ninguna provincia católica. Por eso la serie ininterrumpida de concilios provinciales de Tarragona entre el siglo XVI y 1757 es un hecho remarcable que merece atención. Su estudio permite establecer que estos concilios actuaban como una institución representativa del estamento eclesiástico catalán. En ellos, los obispos y los representantes de los cabildos y de los monasterios trataban sobre los impuestos, la jurisdicción o las reformas religiosas.
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