Cuando los niños nacen y en sus primeros años de vida, se sienten atraídos por todo lo que pasa a su alrededor: cualquier ruido, cualquier voz, cualquier sonido, cualquier resplandor� todo es nuevo para ellos y como tal están ávidos por conocerlo e indagar. Cuántas veces les vemos totalmente concentrados hasta quedar satisfechos por encontrar la respuesta que consideran más adecuada a lo que buscan. Seguro que todos podemos recordar a niños rompiendo juguetes sólo por el afán de saber qué tienen dentro o cuando son más mayores haciendo preguntas infinitas que den respuesta a su curiosidad, en esa búsqueda desinteresada de la verdad. ¿Qué pasa con nuestros niños y su motivación intrínseca cuando llegan a primaria, secundaria y sobre todo ala universidad? ¿En qué parte del camino hacemos que e l alumno pierda su deseo de conocer y aprender por sí mismo?
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