Los católicos estamos viviendo unos meses terribles. Algunas voces hablan de uno de los peores momentos que ha sufrido la Iglesia en la historia contemporánea. Lo malo es que esta ruina no es provocada por agentes externos a la misma, sino desde su propio interior. Cabe decir, sin miedo a exagerar, que estamos asistiendo al cierre de una larga etapa, que duraba al menos medio siglo, y al inicio de otra distinta, con otros énfasis y orientaciones eclesiales.
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