Hace más de doscientos años desde que Benjamin Franklin advirtiera de que en este mundo sólo hay dos cosas que puedan ser reputadas como ciertas: la muerte y los impuestos. Adentrados ya en la segunda década del siglo veintiuno, es preciso realizar algunas matizaciones respecto a tan ingeniosa sentencia. La certeza de la muerte sigue siendo inapelable (a pesar de que desde los tiempos de Franklin la esperanza de vida se haya duplicado); a su vez, los impuestos, pilar fundamental del estado moderno, son absolutamente ciertos en el caso de los perceptores de rentas salariales, pero bastante menos en otros: la persistencia de bolsas de fraude fiscal representa un desafío a la justicia y una vulneración de los principios constitucionales.
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados