Salta a la vista que entre nuestros dirigentes políticos y entre los llamados "líderes de opinión" no hay ninguna duda en lo que se refiere a las virtudes ingentes del crecimiento económico: a todos ellos les parecen tan evidentes que en los hechos, y tras darlas por descontado, ni siquiera se consideran en la obligación de reseñarlas. Conforme a esa percepción que glosamos, el crecimiento se identifica sin más con el incremento en los niveles de consumo, con la cohesión social, con el asentamiento de los servicios públicos y con escenarios en os cuales la desigualdad y el desempleo no ganan terreno.
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