Los factores no inmunológicos que parecen contribuir a la progresión del daño renal y, por consiguiente, a la pérdida de función son, entre otros: la hipertensión arterial (HTA), la proteinuria, la dislipemia, etc.
1. Tratamiento de la HTA: la presión arterial (PA) debe medirse periódicamente en todos los pacientes trasplantados.
Igual que se ha descrito en los riñones propios, en los pacientes con trasplante renal, la HTA se muestra como factor de riesgo de progresión del deterioro de la función del injerto. La HTA representa un marcador clínico de la nefropatía crónica del injerto y contribuye a la pérdida del injerto y a la morbimortalidad de estos pacientes (grado de evidencia C).
En los pacientes trasplantados renales, las cifras de PA recomendadas son <130/80 mmHg, bajando a niveles de la PA <125/75 mmHg si existe proteinuria >1 g/d. Dado que la HTA y la proteinuria se asocian frecuentemente en el curso de la nefropatía crónica, un abordaje terapéutico conjunto parece más racional cuando ambas situaciones concurren simultáneamente (grado de recomendación C).
Para el control de la PA en el receptor de un trasplante renal, es muy importante iniciar medidas higiénicodietéticas junto con el tratamiento médico. Todos los agentes antihipertensivos son efectivos y aún no existe una preferencia clara en ninguna guía, y la mayoría de los pacientes necesitará dos o más fármacos antihipertensivos.
Los IECA o ARA II son de elección en los pacientes con proteinuria. Al iniciar tratamiento con IECA o ARA II, o al aumentar dosis, es preciso monitorizar función renal y caliemia a las 1-2 semanas. Además, en los pacientes trasplantados con ERC estadio 4-5 y en tratamiento con IECA o ARA II se debe monitorizar periódicamente la caliemia. 2. Tratamiento de la proteinuria: conocido marcador de daño renal que contribuye a la progresión de la insuficiencia renal. La reducción a cifras <0,5 g/24 horas es el obje- tivo terapéutico. Tanto los IECA como los ARA II son los fármacos de elección en este tipo de paciente, pero con monitorización cuidadosa de función renal y del potasio, especialmente en el paciente trasplantado con ERC estadio 4-5.
3. Tratamiento de la dislipemia: en todo paciente trasplantado debe realizarse una evaluación periódica del perfil lipídico (colesterol total, HDL-c, LDL-c y triglicéridos). Además del impacto negativo en la enfermedad cardiovascular, la hiperlipemia también se ha relacionado con la nefropatía crónica del injerto. Los pacientes trasplantados deben considerarse de alto riesgo cardiovascular, considerándose el objetivo terapéutico un LDL-c <100 mg/dl (grado de recomendación C).
4. Otras medidas: control de la diabetes mellitus, manteniendo niveles de hemoglobina glucosilada <7%, cese del hábito tabaquico, evitar el sobrepeso, antiagregación individualizada, medidas especialmente destinadas a la protección cardiovascular y, por tanto, también a la protección del injerto renal.
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