La especialización en un cultivo de exportación no tradicional es una de las respuestas de los países del Sur a los procesos de globalización que afectan a la agricultura. En efecto, desde la década de los noventa, se observa en la parte andina de Ecuador, que presenta condiciones relativas a los días de sol y a la altitud únicas en todo el mundo, una verdadera fiebre del brócoli, producido en gran parte en haciendas y destinado a ser congelado. Sin embargo, los pequeños productores, a quienes se cree marginalizados y empobrecidos, no han sido excluídos de esta lógica de nicho económico y for- man parte de la recomposición del mundo rural que conlleva. Con la ayuda de una ONG nacional, unos cuantos han podido integrarse a varios niveles: más allá de la producción, la estrategia campesina que se ha adoptado consiste en la creación de redes de comercialización. Se trata de redes verticales entre espacios de producción, de transformación, de exportación, y de redes horizontales entre pequeños productores ecuatorianos y andinos que intercambian sus experiencias. En contrapartida, las repercusiones de este nuevo cultivo en términos de desarrollo son muy locales e invitan a distinguir entre varias comunidades de la Sierra (Ibarra, Riobamba), y entre los productores en el seno de cada comunidad. De este modo, se comprueba que la integración se basa sobre todo en los pequeños productores que ya están sól- idamente organizados, y tiende entonces a reforzar estos lazos, dando al territorio una identidad fundada en su capacidad para la innovación
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