La vida humana es relacional y no puede, por tanto, entenderse al margen de las relaciones sociales y políticas, pues el ser humano sólo puede desarrollarse en grupo. Estas relaciones, en un sentido amplio, pueden ser catalogadas como relaciones de poder, son imprescindibles para asegurar la pervivencia de la organización social por encima de la voluntad individual de sus integrantes y constituyen, en último término, relaciones de dominación, al tener como cometido el respeto a una serie de normas de convivencia que se imponen de forma coactiva para asegurar la no desaparición del grupo.
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