El mal ejercicio del poder suele llevar de la mano la falta de libertad de los otros, la lucha por la misma y el sufrimiento humano. Muchos salen mal parados de la experiencia, sufren patologías psicológicas durante años y no son ya capaces de amar y contribuir al bien común. La literatura y las artes ha ayudado siempre a sublimar el dolor y han proporcionado la expresión de la transmisión de los últimos pensamientos de las personas que vivieron las situaciones extremas a las que condice la sed de poder -como las guerras- o el autoritarismo sufrido bien en un espacio público, bien en el seno la propia familia. La lectura de Kafka y la muñeca viajera, de Jordi Sierra y Fabra nos ofrece un testimonio narrativo-poético de todo ello.
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