El reformismo militar ha sido durante nuestra historia contemporánea una obsesión que cayó en manía, tal vez porque nunca se hizo una verdadera reforma y el intervencionismo de los militares en la política, un hábito que llegó a adquirir caracteres patológicos endémicos. Del centenar largo de españoles que ocuparon una o varias veces la cartera de la guerra desde la convocatoria de Cortes en 1.809 hasta nuestra Guerra Civil, raro fue el que no llevaba en sus bolsillos al incorporarse a su puesto un proyecto de reforma militar y lo mismo podría decirse de los que en número sensiblemente igual se sucedieron en el Ministerio de Marina, todos los cuales eran portadores de su personal programa naval. Del mismo modo también puede afirmarse que en casi todas las situaciones en que, con éxito o sin él, se produjo un cambio sustancial en el funcionamiento de las Instituciones, los que lo protagonizaron o eran militares o buscaron y encontraron apoyo en las Fuerzas Armadas.
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