El Tratado de Lisboa faculta a la Unión Europea para poner en marcha un gobierno social y económico capaz de enfrentarse a los problemas globales que trascienden a los Estados individuales. En este sentido, el mercado común y el euro son dos herramientas diseñadas como motor de crecimiento para épocas de bonanza y como armadura para tiempos de crisis. De ahí que sea necesario seguir avanzando en acuerdos de compromiso político que fortalezcan la solidaridad y la cohesión entre los Estados miembros.
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