La premisa universal de toda ética es el Bien como provecho y necesidad común para todos. No siempre el orden político garantiza ese deber ser, porque en la sociedad de clases la equidad y la igualdad no son valores compatibles para el desarrollo de la ciudadanía que la política requiere. Para que la ética sea un bien compartido es necesario que el valor de lo bueno y justo esté consagrado como un derecho humano que oriente políticamente a una ciudadanía cada vez más inclusiva, hacia valores de libertad y de paz convivida.
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