La diplomacia española en Roma ha sido una constante durante la Edad Moderna, sobre todo, a partir de la conquista del Reino de Nápoles. Desde entonces ocupó un lugar preeminente en la vida pública de la ciudad si bien fue perdiendo fuerza en la centuria siguiente hasta verse superada por otros partidos nacionales.
Este artículo estudia un periodo especialmente complicado para la representación de la Monarquía Hispánica en la ciudad: la Guerra de Sucesión española.
En él se analiza la actitud de los embajadores (y representantes de menor condición) católicos ante el cambio dinástico y el impacto que tuvo el reconocimiento regio que el pontífice Clemente XI hizo del archiduque Carlos. Este episodio, que motivó la presencia de embajadores en Roma tanto de Carlos de Austria como de Felipe de Borbón al mismo tiempo, provocó una importante crisis en el aparato diplomático de la nueva dinastía instaurada en España que no se resolvió hasta después del final de la contienda sucesoria.
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