Más allá de la elección de un star-quitecto del panorama actual, surge la necesidad de procurar referentes arquitectónicos que, aunque no hayan construido obras significativamente grandes, las hayan proyectado con un grado suficiente de reflexión como para ser tenidas en cuenta en la evolución de nuestra profesión. Glenn Murcutt no sólo responde a esta necesidad, sino que su labor fue reconocida con la obtención del Premio Pritzker de Arquitectura en 2002. EL objetivo de este artículo no es otro que el de ofrecer algún patrón o modo de formalizar la arquitectura en un ejercicio de funcionalismo ecológico, apoyándose en los pensamientos de este magnífico profesional.
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