A principios del siglo XX se descubrieron los clorofluorocarbonos (CFCs), unos gases muy útiles como refrigerantes, propelentes de aerosoles, etc, y que en principio parecían inofensivos. En 1974 comienzo la cuenta atrás para su prohibición cuando se publicó el efecto que producen sobre la capa de ozono, haciéndola disminuir.
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