Es un hecho innegable que la economía eclesiástica sufrió un duro golpe durante el reinado de Carlos IV. Los fraudes en la recaudación de los diezmos, cada vez más escandalosos, y hasta cierto punto consentidos por la autoridad civil, los elevados donativos que la Monarquía exigía al clero bajo el manto de bulas papales, y las primeras desamortizaciones de tierras de la Iglesia, crearon un profundo malestar en el estamento eclesiástico (bien visible en Toledo y en Sevilla, las dos diócesis regidas por el cardenal Borbón, primo del Rey), que en muy pocos años se distanció de la Monarquía de don Carlos y de su favorito Godoy.
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados